domingo, 31 de enero de 2016

Los mejores momentos de The L Word (2ª temporada)

¡Ya he vuelto! Han pasado varios días desde que terminé mi repaso a la segunda temporada de L, pero resulta que ha aparecido en mi vida una serie noventera cuyas nueve temporadas me tengo que tragar lo más rápido posible porque hay una décima que acaba de estrenarse, entonces me abdujeron los aliens y un ovni se estrelló en la Gran Vía y que si la abuela fuma y demás. Conclusión: que hay tiempo para todo (o no), así que vamos a lo que vamos. 
Han llegado a mis oídos rumores. Rumores malvados. Y me he enterado (que no es porque no lo sospechara ya) que mi análisis de la primera temporada fue un cacao maravillao. Que no había manera de seguirlo sin estar haciendo en pino puente y cruzando los ojos, y aún así, costaba. Vale, que es verdad, que fue un lío del carajo, lo admito. Voy a intentar que esta segunda entrega (oye, qué importante suena eso de entrega) sea, por lo menos, legible. Es que se me lleno de orgullo, satisfacción y otras cosas cuando toca hablar sobre esta serie. Es mi SERIE. Hay otras, es verdad,


pero ninguna como L


Voy a intentar controlar un poco mis emociones esta vez. 

Bien, recordemos cómo terminó la primera temporada de la serie para las protagonistas. A Shane le rompen en corazón, Tim pilla a Marina buscando algo entre las piernas de Jenny, así que se separan, luego se casan y se vuelven a separar. Y pasa lo siguiente: Jenny y Marina tampoco pueden estar juntas porque Marina tiene una vida sentimental que ya la quisieran los protagonistas de Pasión de Gavilanes, así que Jenny lo pasa un poco mal; por otro lado, recordemos que ha aparecido una carpintera llamada Candace que se mete en medio de LA PAREJA por excelencia en la serie, Bette y Tina, las cuales están pasando por una racha difícil debido al aborto de la segunda. Y qué más, qué más... ah, pues que Alice besa a Dana y le dice que no puede casarse con Tonya (Gracias, Alice). ¿Qué pasa ahí? La primera temporada termina con muchos interrogantes y muchas cosas se quedan en el aire. 

No voy a poder evitar spoilear a maza en esta entrada, es imposible. Pero no creo que a nadie que no haya visto la serie le apetezca leerla para nada, por lo tanto da igual, allá vamos. 
El primer bombazo que nos llega nada más comenzar el primer capítulo es algo que nos parte el corazón sin remedio: Tina está embarazada. Bette y Tina no están juntas, pero Tina va a tener un bebé después de haberse practicado una segunda inseminación al enterarse de que Bette le es infiel. En la consulta de la ginecóloga, Tina habla con ella, comentándole que no quiere decírselo aún a nadie y que parece que lo va a tener ella sola. La escena termina con una música tristísima sonando y un plano que se abre, mostrando a Tina en la habitación (la ginecóloga parece haberse evaporado para hacerlo todo más dramático) y dejándonos al resto con una pena que pa' qué.

Vale, voy a salirme un poco del drama Tina-Bette porque no todo en esta temporada es triste. Ni siquiera ese tema (sólo un poco), pero ya volveré a eso después. 
Uno de los primeros chispazos de la temporada segunda nos estalla en la cara justo cuando aparece en escena un personaje nuevo: Carmen de La Pica Morales. Shane la conoce durante una jornada de trabajo en la que tiene que peinar a Arianna Huffington, una periodista y escritora que va a presentar su libro en un programa televisivo. Shane conoce a Carmen entre bastidores, y ésta le comenta que es DJ y le pregunta si quiere escuchar un par de temas propios. Lo que ocurre después ya es otra historia, y me estoy yendo (si te fías, con esta serie siempre te acabas yendo al mismo sitio). Lo que yo tenía apuntado en mi libreta era la cara de memas que se les queda a las dos cuando se ven por primera vez. No es esta la imagen exacta, pero se capta un poco lo que quiero resaltar.

Una relación que va a dar para mucho, mucho

Como hay demasiados grandes momentos en esta maldita serie como para hablar de todos, me voy directa al instante más gracioso del segundo capítulo. Las chicas están pensando en llevar a Tina a que le hagan un lap dance para que se anime (atención a la idea de mierda). Lo cierto es que tal bailecito termina siendo de lo más deprimente de todo el capítulo, pero no es ahí a donde quiero llegar. Antes de eso cenan en un restaurante chino mega cool, donde hablan del tema y al final la única a la que parecen haber hecho el lap dance antes es a Tonya, que tras enterarse de que a Dana tampoco se lo han hecho, hace el comentario de turno: "no, es que Dana no quiere a nadie refrotándose con ella que no sea yo" (no con esas palabras, pero parecidas, y con un tonito de estar hablando con su cachorro que con su novia). Las miradas de Dana y Alice se cruzan, atravesando a la pobre Shane, que está en medio. Y Shane, que es muchas cosas y entre ellas avispada, casi se atraganta con sus tallarines. Aquí huele a.... ¡seeeeeexooooo!Y todo esto con la cámara situada sobre el plato giratorio dando vueltas sin parar de un lado a otro. Sí, Shane, sí, Dana y Alice se lo están montando (aprovecho para utilizar aquí una expresión de los 2000s que se está perdiendo, "montárselo con"), o bueno, todavía no del todo, pero están en ello.

Y Tina sin coscarse de nada

Y esta ha sido otra escena graciosa que ha perdido toda la gracia tras haber sido contada por mí. Que veáis la serie, ¡coj*$%#ones!

Casualidades de la vida, Bette pasa por ese mismo restaurante a recoger comida para cenar con Kit, y sólo Shane va hasta su coche a hablar con ella. Lo único que le sale decir es que lo siente, y que la situación apesta (la del lap dance no, la de la separación de Bette y Tina). Después de las dos implicadas en la ruptura, la pobre Shane es la que peor lo está pasando. Shane es mucha Shane. Y después del dichoso lap dance, la noche termina con Sexy Shane, Bette y Jenny bebiendo cerveza sentadas en el porche de Bette. ¿Y cuál es el resultado de ello? Shane y Jenny acaban siendo compañeras de piso, lo que dará lugar a una de las amistades más puras y sinceras de toda la serie. Y ahora dejo una imagen muy bonita, pero lo que realmente quería era enseñar la cara que pone Bette al pensar en el panorama que se avecina con esas dos viviendo juntas mientras bebe cerveza a morro. Mala suerte, no he encontrado foto de ella.


Jenny es el personaje más complejo de la serie, lo digo sin miedo a equivocarme y con total convicción. Es una mujer con un mundo interior tan complicado, que muy pocas veces somos capaces de comprender lo que hace o lo que dice. Siempre todo tiene un doble sentido o es tan intenso que nos perdemos de camino a su significado, a veces más simple de lo que nos hace ver. Jenny es una carga explosiva de miedos, traumas, cambios y un pasado que se pasa toda la serie montado en sus hombros, haciéndole ver todo con unas lentes que deforman su presente. Jenny se pasa capítulos y capítulos (toda la serie, en realidad) pululando de un lado a otro, sin encontrar un lugar al que poder pertenecer porque siempre se siente una extraña. Shane cambia todo eso, y a partir de este momento, pasa a ser su apoyo más incondicional. Pero por desgracia, hay personas para las que todos los apoyos del mundo son algo totalmente insuficiente.

En el episodio cuarto, Jenny toma una importante decisión: quiere que Shane le corte el pelo. Mucho. Y lo que esto simboliza no es moco de pavo: numero uno, Jenny se pone en manos de su nueva mejor amiga para deshacerse de algo tan personal como es para una mujer su melena; y número dos, Jenny se desprende de algo muy íntimo, una parte de su antigua 'yo' que le está atando al pasado más reciente. Ella necesita romper su cascarón y lo hace de esta manera. Y número tres, es a partir de ese instante cuando Jenny empieza a identificarse como lesbiana y deja de intentar convencerse de lo contrario, algo que va ciertamente unido al hecho de dejar atrás su antigua yo, aunque sea de una manera tan simple en apariencia como cortarse el pelo. A partir de ahí, Jenny comienza una trasformación, y pasa de ser una chica insegura y extremadamente sensible a ser extremadamente sensible y un poquito hija de perra (va progresivamente, algo es algo).


No adelantemos acontecimientos, es demasiado temprano.

Jenny se convierte es una mujer directa, afilada e incluso hiriente, sobre todo a partir de esta temporada. La verdadera Jenny brota como una fiebre intensa, y su cáscara se desprende de manera suave en forma de punzante sarcasmo y brutal sinceridad. Otras veces, sin embargo, simplemente funciona de portavoz para todas las mujeres del mundo, haciéndonos abrir la boca y decir: "joder Jenny, gracias, hasta que no lo he oído en alto no me he dado cuenta de qué verdad más grande es esa".
No es Shane la única en irse a vivir a casa de Jenny, a la casa que compartía con Tim. Aparecen todo tipo de candidatos muy pintorescos, desde un nudista a una chica la mar de cristiana que les ofrece un curso para poder salir de ese estilo de vida homosexual que llevan. Al final se quedan con Mark Wayland, un novato director de documentales que desde un primer momento se interesa por el estilo de vida (otro que tal baila) de las chicas, hasta tal punto de querer registrarlo a través de su(s) cámara(s). Una de las primera preguntas que les hace viene de una duda que él, como hombre, tiene: ¿cuál es el acto principal en el sexo lésbico? En el sexo heterosexual es follar, ¿y en el sexo entre mujeres?

Todo este rollo del documental se le va a Mark de las manos. Bastante, ademas. Mark es un chico sensible. Sensible y terriblemente ignorante. Pero esa ignorancia y la curiosidad que ésta conlleva le hacen obsesionarse por todo lo que descubre en ese "estilo de vida" del que él lo desconoce todo. Y Shane es el mundo que le intriga principalmente, un mundo con sus pequeños satélites (Carmen y Jenny).
Aunque Mark es un tanto torpe, gracias a él nos llegan los instantes de la serie en los que mejor llegamos a conocer a Shane, y la conocemos a unos niveles que no volvemos a tener el placer de explorar, y además, durante una temporada especialmente complicada para ella. No puedo irme de este párrafo sin recordar su visita al confesionario de la iglesia, y esa frase que nos rasga por dentro: "Todo el mundo quiere algo de mí, y yo no tengo nada que dar".

Volvamos ahora a la complicada relación actual entre Alice y Dana. La temporada primera terminaba con su beso. ¿Y ahora qué pasa? Pues pasa que Dana está preparando su boda con Tonya. Alice era/es su mejor amiga pero a la vez no puede dejar de pensar en volver a besarla.


Hay que reconocer que Dana no lo tiene nada fácil, y eso añadido al hecho de que es una auténtica buenaza, pues lo tiene complicado. Haga lo que haga, alguien va a salir mal parado. Sorpresas de la vida, nadie resulta herido y ambas comienzan una relación, no sin previamente habernos dejado todo tipo de escenas entrañables.


Las escenas posteriores siguen siendo muy entrañables, como cuando todas las chicas se van de crucero y a Dana le abren la maleta en el control del barco porque en el scaner aparece algo sospechoso. Un dildo. Y un arnés. Y unas pinzas para pezones. O cuando en el camarote "juegan" a Vacaciones en el mar.
-Julie...you're beautiful!
-Oh, Captain Stubing, thank you!


Dana, Alice, gracias a vosotras.

¿Y qué pasa con Bette? No me he olvidado de ella, qué va. Lo cierto es que nuestra Bette pasa sus peores momentos durante esta temporada. Tina la odia, y con razón, y nada parece salirle bien, ni profesionalmente, ni en el terreno familiar (su padre reaparece, y las cosas no podrían acabar peor), ni en el personal. Para colmo, aparece en escena otro personaje nuevo, Helena Peabody (hija de la gran Peggy Peabody, de la que hablé en la primera entrada), ahora al mando de la Fundación Peabody, y que va soltando pasta a diestro y siniestro. Un buen pellizco cae en la asociación donde Tina trabaja. ¿Y qué pasa? Que Tina cae en las redes de la guapísima Helena, que no puede disimular su atracción irremediable hacia las mujeres embarazadas.
Todos amamos a Helena, pero lo cierto es que en la segunda temporada de L resulta un poquito odiosa.
No es nada personal, Helena. Es que te has metido en medio de algo muy serio
Bette está totalmente hundida y, para colmo, es la última en enterarse de que Tina está embarazada. Se siente totalmente estúpida y sabe que ha sido bastante egoísta. Hay una escena que me encanta entre Bette y Jenny, en la que los roles se cambian por un momento y de repente nos damos cuenta de cuantísimo han cambiado las cosas desde la primera temporada, en la cuál se nos dibujaba a los personajes con unos trazos muy simples (Bette - fuerte y decidida / Jenny - dependiente, insegura), para luego darnos un tortazo en toda la cara al presenciar escenas como ésta, en la que ahí está Jenny, con su nuevo corte de pelo, dando ánimos y valor con una determinación y una dulzura increíbles a Bette, la encarnación pura de garra femenina. Ahora está hecha polvo. Después de tres minutos de conversación, Bette mira a Jenny y le dice "¡Te has cortado el pelo!", un detalle importante que nos trae a las dos Bettes: la antigua, tan centrada en sí misma que no se da cuenta de que la melena de Jenny ha desaparecido, y la nueva, tan fuera de sí misma que ni siente ni padece. 
No he mencionado la adicción que Bette desarrolla al alcohol y al tabaco durante unos cuantos capítulos, una Bette autodestructiva que resulta igualmente fascinante como personaje.


Hay escenas en esta serie totalmente memorables, no realmente por su contenido, sino por lo que representan y por cómo pueden hacernos sonreír. Es cierto que todas las chicas se vuelcan con Tina después de la ruptura, pero cuando Bette espabila y deja a la carpintera, se deja el pellejo por recuperar a Tina y por hacer las cosas bien. Y otra cosa no, pero cuando en L necesitas una amiga, aparecen diez. El final del octavo capítulo nos regala uno de esos instantes que te hacen olvidarte de todo lo que pasa en el mundo exterior y hacerte querer que lo que está dentro de la pantalla te absorba y poder experimentar lo mismo que la persona a la que estás viendo. Un aplauso para todas las actrices de esta serie, de verdad, por la forma que han tenido de transmitir de una manera tan pura emociones tan increíbles e intensas. 

La "family night" con la que termina el octavo episodio es una de esas escenas maravillosas que te hacen confiar por un momento en que el ser humano, como dicen los señores de Aquarius, en efecto, puede ser maravilloso.


Como no podía ser de otra forma (bueno, sí podía, pero en ese caso la serie hubiera tenido que terminar antes), Tina y Bette se van acercando más, y más, y más, hasta que Tina se da cuenta de que pasa de Helena. A Tina le va la marcha, eso está claro, pero sabe lo que quiere. A Bette. ¿Y ese momento en el que le dice que quiere tener un "home birth"? Ya sabíamos que Tina quería dar a luz en casa, pero hay un punto exacto en el que le subraya a Bette que quiere tener un "HOME birth", o sea, volver a casa, con ella. Y tener a su hija allí, y tener un hogar, una familia. Menuda cosa más ñoña, ¿eh? Así contado, al menos... Pero después de tantos capítulos haciéndonos sufrir, ya estaba bien.


La temporada termina con todas las chicas en casa de Tina y Bette, pasándose a Angelica, como una especie de ritual de bienvenida. La familia al completo.
Qué bonito lo he contado todo. Nada más lejos de la realidad, no os preocupéis. Hay algunos flecos sueltos, como por ejemplo la vuelta de Lara, la ex de Dana.
¿Y no echáis de menos a alguien? En efecto. ¿Y Marina? ¿Qué ha sido de la increíble Marina? Lo único que sabemos de ella es que ha intentado suicidarse en un hotel, y que se ha ido a Italia. El Planet se lo queda Kit, asociada con Ivan Aycock, y lo convierte en un club de moda.

Me quedan muchas cosas por contar, pero podría no acabar nunca.
¿Con quién me quedo en esta temporada? Sin lugar a dudas, con Alice. Es obsesiva, observa los detalles y les da importancia, necesita que la quieran. Eso me suena de algo. Alice es el personaje más gracioso de la serie, de lejos. Y el más intenso emocionalmente, creo que también. Y para prueba, veremos lo que pasa en las siguientes temporadas. Sobre todo en la siguiente.


¿Y mi personaje más odiado de la segunda temporada?
Ni lo hay ni me apetece buscar uno.

La segunda temporada de L es bastante intensa, mucho más que la primera, en la que prácticamente simplemente conocemos a los personajes y a cada uno le cae un marrón diferente. Poco más. Eh, eh, ¡que me encanta!, pero es verdad que ahora (como pasa en todas las series del universo, vaya), todo está mucho más caldeado. Y prepárate, que vienen curvas.

Muchas curvas
¡Gracias por leerme!

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