Me ha costado decidirme sobre el tema de mi primera entrada. En mis oídos estaban sonando los fríos acordes (nunca mejor dicho) de “Cold”, mi canción favorita de todas las de The Cure, y penúltimo tema de su oscurísimo Pornography (1982), así que al final me he animado a hablar sobre él. No tardaré en hablar del Disintigration, ambos me gustan por igual. Pero empecemos con el Pornography.
Es un plástico cargado de ambientes densos y enfermizos, canciones de difícil escucha y de pesadísimos ritmos, en el mejor sentido de la palabra claro. Angustioso e insano como su portada, sonido y letras maravillosamente pesimistas y un halo perturbador que baña las canciones de principio a fin. Hay que mencionar también el protagonismo de la batería en todas ellas, sobre todo en “The Hanging Garden” y “Siamese Twins” (en la que se describe con dureza la pérdida de la virginidad de un joven, que podría ser el propio Rober Smith),. así como algún que otro riff destacable. Sin duda me quedo con el pegadizo y siniestro comienzo del primer tema, “One Hundred Years”. Destacable también la guitarra de “A Strange Day”, una de mis favoritas del disco.
En general el sonido esta poco cuidado y la producción es algo barullera, quizá a propósito. El ambiente es caótico y asfixiante, pero, ¿qué puedes esperar de un disco que empieza con la bonita frase: “It doesn't matter if we all die”? Pero hay que mencionar también la última: “I must fight this sickness, find a cure”, de la canción con título homónimo al disco. Sin duda un tema enfermo, claustrofóbico, lleno de dramatismo, que pone punto y final al disco que cerró la llamada “trilogía siniestra”, después de los geniales Faith y Seventeen Seconds.
No se puede negar que The Cure han sido un pilar elemental en la corriente gótica inglesa, aunque ellos siempre hayan negado pertenecer a este movimiento. Junto con Joy División, Siouxsie and The Banshees, Bauhaus, The Damned y Echo and The Bunnymen entre otras bandas, fueron uno de los iconos importantes de lo que fue la vieja escuela siniestra ochentera. Quien hubiera podido vivir aquello...!